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El Gobernador de la Isla de los Estados
(Artículo de la revista “Caras y Caretas” 10 de abril de 1909)
(Artículo de la revista “Caras y Caretas” 10 de abril de 1909)
Los vericuetos fueguinos, los canales acantilados en que se
ve la corteza del mundo fue hecha en tajadas que asoman donde el bosque de
fagus deja un claro, la nieve con que los montes parecen soportar inmensa
cantidad de azúcar o harina derramada sobre sus cumbres en cuyas faldas las
cavernas remedan “bocas por donde bostezan los montes” su majestuosa
soledad, peñascos que acechan quillas casi a flor de agua, todo quedó atrás y
el barco entrando a Puerto Cook echó anclas a la voz de ¡fondo! dada por el capitán.
Luego, el saludo de ordenanza: tres pitadas. S. E. el gobernador de la isla,
Felipe Zucarelli, contesta de tierra con tres tiros y en su falúa no tarda en
venir a visitarnos.
El gobernador, así lo proclamaron los oficiales de
nuestra armada, y por tal es conocido en toda Tierra del Fuego, aparenta tener
unos cincuenta años. Su gobierno dura desde 1903 y es un gobierno modelo, sin
escándalos, sin revoluciones, sin la menor protesta, a pesar de la inmensa
población que existe en la isla. Nos ha mostrado su último censo:
HABITANTES DE LA ISLA
Hombres -- 1
Mujeres -- Ninguna
Niños -- Ninguno
Perros -- 5
Es un anacoreta. Recuerda el solitario habitante de la isla Juan Fernández, aquel marinero olvidado, abandonado, que inspiró la preciosa leyenda del Robinson Crusoe. Es un Robinson, con mucho del Enock-Harden de Tensión. Es un Robinson este Zucarelli, en cuya cabaña gimen los otoños fueguinos y rugen las tempestades australes. Una empresa lo dejó allí con provisiones para dos meses, asegurándole que en breve le enviarían más. Esto fue en 1903. Todavía espera.
Cuando regresaba la corbeta “Uruguay” de las Orcadas con rumbo a Buenos Aires, se halló sin carbón para llegar a Ushuaia. La isla de los Estados se presentaba a la vista y fueron a Puerto Kuck en busca de leña. ¿Cuál no sería la sorpresa de la oficialidad al descubrir en tierra a un hombre que no solamente los recibió con toda afabilidad sino que les entregó 60 toneladas de carbón para que siguieran su viaje, obsequiando al comandante con gallinas, pescado y mariscos? El carbón le fue devuelto, y desde entonces no hay buque de la armada que viaje por allí que no se desvíe algunas millas para visitar al gobernador Zucarelli.
Es fácil suponer las penurias que algunas veces pasa. Hace poco, la temporada fue terrible para él, pues se encontró cuatro meses sin galleta, sin azúcar, sin café, sin fideos y sin aceite.
Le preguntamos que comía.
- No comía, bebía… caldo, caldo, y después, otra vez caldo.
- ¿Y ahora?
- Han llegado ustedes lo más oportunamente. Con decirle que no me quedaba más que esta galleta…
Y como nunca pide sino lo que verdaderamente le falta, no tardó en llevarse su pequeña despensa.
La soledad, la artista de las veladuras, ha impreso su sello inconfundible en el espíritu de Zucarelli. Mira, con la indecible mirada de los solitarios. Habla… ¡ah! Su lenguaje es extraño. Así hablaba Robinson, así Enock-Hardem. La gramática de los solitarios tiene ausencias de índole universal. Y eso, que Zucarelli habla, porque conversa a todas horas. Con su gran compañero que lo acompaña desde el principio de su gobierno, el más fiel ministro habido y por haber. Con los árboles y los líquenes, con los peñascos y las olas, con el mar, con la noche, con la Cruz del Sur, con la Mosca, con Alfa y Beta del Centauro. Cada gallina tiene su nombre. Famosas son la catalana, Juanita y Pepita la batarás. Cuando azuza el apetito, llama a una de sus amigas… y se la come. ¡Pérfido! Hace como el que llama a sus conejos: -¡Guisito! ¡Guisito! ¡Vení Guisito! Y que en guiso se los come.
El señor Olenford, de Ushuaia, lo sorprendió conversando como el grillo de Dickens, con la pava. Zucarelli, apurado por servir un mate al señor Olenford, decía en voz baja: -“Pava, herví pronto y no me hagas calentar!”
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| Abel Sberna en las ruinas del refugio habitado por Zuccarelli |
¡Cuántos retos habrá dado, cuántos castigos habrá impuesto a la pava, allá en las largas noches heladas de la Isla de los Estados! Pero como el hombre se asimila tan fácilmente al escenario, Zucarelli ha concluido por amar su Barataria. Y allá vuela su vida, prendida al peñón marino que surge en el mar austral, andando a todas horas, abriendo sendas en las que no se marca más que su planta, siempre en camino de las rocas desde las cuales escudriña el horizonte, ávido de ver el barco que viene, anuncio de próximas conversaciones con seres no tan rebeldes como la triste pava silbadora, de las largas veladas de invierno.
Fuente: www.histarmar.com.ar
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